sábado, 30 de enero de 2016

Teatro: Hamlet (de Lyndsey Turner) ________ Estar o no estar, esa es la diferencia.


Lo mejor de la obra: Hamlet.

El momento de la obra: Hamlet y Gertrudis cara a cara, madre e hijo saldando cuentas a media obra.
La frase de la obra: - Algo huele a podrido en Dinamarca.

Si hay una obra de teatro que me ha perseguido a lo largo de los años esa es sin duda Hamlet. Habré visto unas cinco versiones en teatro y un par de ellas en cine, y siempre, en todas las ocasiones consigue fascinarme y siempre consigo aprender algo nuevo.
El verano pasado pude ver una versión ambientada en los años 70 en la Comédie-Française  y dentro de un mes me toca la versión de Miguel del Arco en el Principal de Vitoria. 2015-2016 es mi temporada Hamletiana.

Y es que Hamlet es siempre un nuevo Hamlet en cada versión. Es la  capacidad que tiene el texto tan extraordinario de Shakespeare, que cada actor y cada director pueden dar un nuevo rumo al personaje, a la historia y por lo tanto a la idea que tengo de él.
Desde que vi a Benedict Cumberbatch actuar por primera vez en la serie Sherlock supe que él era Hamlet. No es el único actor con el que me ha pasado, pero si es uno de los primeros con el que lo tuve claro desde el principio. Su encarnación del príncipe de Dinamarca llegó al teatro Barbican de Londres el verano pasado y fue todo un acontecimiento con entradas agotadas en minutos. La Cumberbatchmania estaba en su pleno apogeo, así que ni se me pasó por la cabeza intentar ir. Lo bueno del teatro de Londres (no me cansaré de repetirlo, el mejor del mundo con mucha diferencia) es que desde hace unos años han creado el Nathional Theatre Live que permite ver sus obras más exitosas en falso directo en cines de todo el mundo.
Así que aunque no podía estar en vivo, por lo menos lo vería en diferido.
Para las personas que amamos el teatro, la experiencia evidentemente no es la misma. Falta lo esencial,  la verdadera magia de ver una obra en directo, de todo lo que hace tan especial de vivirlo en el preciso momento que se está creando. Aún así, merece la pena verlo aunque sea mediante una pantalla.
Como compensación a no poder vivirlo allí, antes de la obra ponen una entrevista y una explicación que los espectadores del Barbican no pudieron disfrutar, así que una cosa por otra.

El Hamlet de Lyndsey Turner es una superproducción teatral, con varios niveles dentro del escenario, una ambientación barroca y una iluminación oscura. Sin ser una de las grandes adaptaciones de la obra de Shakespeare, es un acercamiento vivo y dinámico a la tragedia de la perdida de un padre y cual es el sentido de la venganza.
Situarla en una época cercana a la actual con un Horacio lleno de tatuajes y un vestuario de los años 20 (muy Downton Abbey), en esta ocasión Claudio, el rey usurpador, no es tan maléfico como estratega. Sus motivaciones son más de ambicionar poder que de envidia a su hermano, tal y como otras versiones han preferido acentuar.
Y aquí es donde radica la grandeza de la obra. La interpretación de las motivaciones de cada uno de sus personajes está en quien nos cuenta la historia, no en el texto. Eso es lo que hace de Hamlet uno de los grandes clásicos de la historia de la literatura, que sus versos son interpretables a pesar de que sus palabras sean las mismas. La visión que cada uno quiera darle radica en el mensaje que quiera sacarse de la obra de Shakespeare, no en sus palabras.
Para la directora Turner, está claro que Hamlet es un ser en pleno duelo incapaz de aceptar la muerte de su padre, cuyo espectro da un  propósito a su vida, la de ofrecer justicia a su asesinato.

En la versión que disfrute el verano pasado en París dirigida por Dan Jemmett se trataba más de un Hamlet obsesionado con el poder que se le había arrebatado, y su tío era su enemigo directo. El espectro de su padre, solo le recordaba lo que el ya sabía que tenía que hacer, recuperar Dinamarca con su asesinato por bandera.
Dos versiones, dos maneras de ver un mismo personaje. Un texto infinito.
Benedict esta fantástico como Hamlet, tiene el carisma, el talento y la energía suficiente para interpretarlo magistralmente….pero (y existe uno) esta no es la versión de Hamlet que esperaba de él.
Creo firmemente que siendo quien es y sabiendo hasta donde puede llegar, esta interpretación es más bien una antesala de un Hamlet que interpretará dentro de unos años, en su plenitud y de las que marquen epoca. Creo intuir una directora emocionada por poder dirigir a uno de los mejores actores actuales en uno de sus grandes momentos….que se ha olvidado de dirigirle.
Parece tan absorta en estar llevando sobre las tablas a Cumberbatch y Hamlet a la vez, que olvida los límites que debe ponerle. Eso repercute en que en ciertos momentos parezca desentonar con el resto del reparto, más contenido y más sobrio, mientras que él provoca risas entre el público incluso en momentos totalmente dramáticos.

Pero es imposible hacer un mal espectáculo con un texto de Hamlet, la base es lo suficientemente sólida para construir algo, aunque sea endeble, para que se mantenga en pie.
Dentro de dos meses, otra versión de Hamlet, esta vez a cargo del maestro Miguel del Arco y con el grandioso Israel Elejalde de protagonista.  Entonces será hora de hacer un análisis comparativo en profundidad de los tres Hamlet vistos en el último año.
Por que ya se sabe… Ser o no ser, esas es la cuestión.

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