martes, 22 de noviembre de 2016

Teatro: Incendios ( de Mario Gas) __________ Malditas sean las guerras.

Lo mejor de la obra: Que me recuerda porque me enamoré del teatro, me devuelve al inmenso placer de ver una obra extraordinaria. Saber que si has estado tres horas y diez minutos sentada y cuando se encienden las luces todavía te quedan ganas de aplaudir a rabiar y ponerte de pie es que la cosa no podía haber ido mejor. Las interpretaciones de Nuria Espert y Ramón Barea. La dirección de Mario Gas. La emoción que recorre toda la obra. La ternura que todos ponen en el proyecto. El texto de Wajdi Mouawad.


El momento de la obra: Simón le pide a su hermana que le explique la rara teoría matemática que dice que uno más uno puede ser uno, y Jeanne tras recitársela entiende la verdad, esa verdad terrible y dolorosa que cambiará su vida para siempre.

La frase de la obra: - Aprende a leer, aprende a escribir y aprende a pensar. La abuela le regala a Nawal con esta frase el pasaporte hacia la libertad y una vida mejor.

Escuche una vez a Alberto San Juan decir que no sabía cual había sido la clave para que su obra de teatro Urtain tuviera tanto éxito y tan buenas críticas comparada con todas las que había hecho previamente, no entendía la clave si el trabajo y el esfuerzo había sido el mismo. Lo achacaba a la suerte.
Creo que Alberto pasaba por alto algo importante, que hay veces, especiales y preciosas ocasiones en que el trabajo, el talento, el texto, los actores, la historia y la dirección se alinean en una misma onda para  convertirse en una OBRA MAESTRA. Nadie tiene la formula mágica ni sabe los elementos que hacen falta para ello, pero cuando ocurre es extraordinario.
Urtain lo tuvo, Lluvia constante también, igual que El Intérprete  y La clausura del amor. Obras de teatro en la que todo encajaba como un reloj suizo y además tenían corazón.
Incendios entra directa en este olimpo, en el que ninguna es mejor que la otra porque ya son redondas de por si, y todas forman parte eso que hace grande el teatro. Del que tiene alma y vida propia.
Mario Gas, actor notable y gran director escénico da con todos esos elementos secretos para convertir esta obra de teatro en un trabajo del que hablaremos durante años. He tenido el placer de ver su trabajo en varias ocasiones y como gran maestro, siempre me ha enseñado algo.
Incluso en sus obras menos logradas, como aquel Invernadero de hace un año o en sus obras más interesantes, como Un tranvía llamado deseo, Gas habla al espectador desde quien ama lo que cuenta y ve en el teatro un medio de comunicase con el espectador, nunca rebajándole o poniéndose por encima de él.
En Incendios da a luz su obra cumbre, su mejor y más personal trabajo en una obra que a pesar de durar tres horas y diez minutos no decae en ningún momento. Todos los elementos que tanto le obsesionan como director y de los cuales había abusado un poco en el pasado (no hay obra suya en la que no haya imágenes proyectadas sobre el escenario) aquí son tan necesarias para la historia como el propio texto de Wajdi Mouawad. Un texto extraordinario, duro, bello, complejo como esas muñecas rusas que cuando las abres siempre hay otra dentro.
La búsqueda de Jeanne y Simon de un hermano y un padre que desconocían hasta la muerte de su madre, es la historia de Nawal, una mujer inculta que vive en un pueblo del Líbano y que tras serle arrebatado su hijo, su abuela le pide que huya para buscar nuevos horizontes y aprenda a leer y escribir para huir de la miseria.
Años después Nawal vuelve a su pueblo para buscar a su hijo, y acompañada de Sawda emprenderá un camino que la cambiará para siempre.

Dividida en dos partes, la primera parte de la obra es la presentación de un testamento que no solo reparte los bienes de la protagonista, ofrece a sus hijos dos cartas para que comprendan por qué los últimos cinco años de su vida Nawal no volvió a hablar.
Una carta para su hijo Simon que deberá entregarle al padre desconocido, y una carta para su hija Jeanne que tendrá que dársela a su hermano desaparecido. A partir de aquí los dos gemelos tomarán dos caminos diferentes, ella necesita respuestas y a través de la actriz Carlota Olcina que pone todo el mimo en interpretar a una Jeanne que necesita por encima de todo respuestas. Mujer inteligente, catedrática de matemáticas, no consigue que si vida encaje como lo hacen los números con los que trabaja. En la segunda parte encontrará las respuestas, de esas que parten en dos a un ser humano.
Para Simon el viaje será diferente, no tratará tanto de encontrar respuestas, sino de entender a una madre a la que guarda resentimiento y rabia. Una madre a la que no entendió nunca, ni acepto su actitud fría y distante.
Él es el primero en conocer el pasado de su madre, el hombre que da y encaja golpes en sus peleas amateur de boxeo, dejará de hablar en el momento que la verdad sobre su madre le de el KO.
Le pone piel un Alex García que jamás había estado mejor, que derrocha ternura en un personaje perdido que solo tiene en la vida a su hermana y el boxeo. Y por ella buscará a su padre, para darle la carta que le pide su madre.
No voy a desvelar ni a hablar aquí de cual es esa verdad. En el descanso de la obra estábamos haciendo apuestas sobre cual sería, donde estaría el secreto. Lo cierto es que nadie acertó, nadie predijo el final. Y puede que fuese mejor así porque la vedad de Nawal es lo peor que puede pasarle a un ser humano, es fruto de una guerra atroz y de una incultura que devora.
La piel, el alma y el corazón de Nawal lo ponen dos actrices. Laia Marul con ese aspecto de ser frágil y fuerte a la vez, lleva a una joven Nawal por todos sus primeros pasos, por su lucha y su perdida. Su voz quebrada emociona y conmueve a partes iguales.
La Nawal mayor corre a cargo de NURIA ESPERT. Podría utilizar todos los adjetivos de admiración que existen en el diccionario y aun así me serían insuficientes.
Hay un momento en el segundo acto en el que la actriz se pone frente a nosotros, que dejamos de ser público para ser jueces, y durante un cuarto de hora recita su parte de la tragedia, la vergüenza, el horror, el sufrimiento, la desgracia. No hay movimiento, solo ella, nosotros y la palabra.
Y entonces lo entendí, el teatro fue hecho para momentos como ese. Para momentos en una obra de teatro perfecta en el que una mujer de ochenta y dos años se transforma en otra persona para movernos la conciencia, emocionarnos el alma y quedarse en nuestro corazón. Momentos en el que la edad deja paso a la mirada honesta y desgarrada de una Espert que deja de ser Nuria para ser Nawal.
En una obra de tanto calado dramático se necesita algo o alguien que permita respirar al espectador. En este caso el elegido es un Ramon Barea magnético, perfecto en los cuatro personajes que interpreta, que ayuda a avanzar a los personajes y de paso la historia con guiños de humor y toques de comedia. No entiendo como Barea no está trabajando más y mejor...pero en fin, me basta con saber que cuando tengo la oportunidad de verle, soy feliz.
Incendios es ante todo un viaje, una historia personal que lleva el nombre de Nawal pero que por desgracia podría ser el de cualquier ser humano que vive en un país en guerra, cualquier ser humano que tenga que coger sus cosas y huir porque su hogar no tiene un mañana.
Mario Gas no hace un alegato político, no es moralista ni maniqueo, es el director de una historia emocional y somos nosotros los espectadores los que la recibimos y hacemos con ella lo que podemos, porque golpea. Golpea fuerte.
Salí del teatro con el estomago encogido, con la adrenalina por las nubes y en shock. Porque había visto una historia contada con cuidado y con mimo, no tenía la sensación de haber visto una noticia de telediario, sino haber escuchado la voz de una persona contándome su historia.
Esto es lo que hace grande el teatro, cuando una historia es personal y golpea, cuando hay honestidad en lo que se cuenta, y cuando hay emoción real.
Incendios es todo esto y más. Y es una historia inacabada para mi, porque necesito volver a reencontrarme con ella, por eso en Febrero volveré al Teatro Arriaga, para volver a verla, para que me vuelvan a contar la historia de Nawal.
Hubo una frase que escuché hace unos años a Julio Anguita y que lleva resonando en mi desde que el viernes vi la obra y que explica perfectamente el lugar al que nos lleva Incendios " Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen".


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