domingo, 12 de marzo de 2017

Teatro: El cartógrafo ( de Juan Mayorga) __________ Los mapas de un gueto, la cartografía de varias vidas.



Lo mejor de la obra: TODO. TODO. T.O.D.O. Todoooooooooo.

El momento de la obra: Los que protagonizan la nieta y el abuelo.

La frase de la obra: ¨Todo va a borrarse, la cabeza es como un mapa rodeado de agua¨.

Soy absolutamente consciente de lo afortunada que soy de poder ver en el teatro, en vivo, las obras que escribe y dirige Juan Mayorga.
Uno de esos autores extraordinarios, especial y único por su capacidad para incitar, provocar, estimular y remover al espectador a través de sus trabajos.
Cada vez que he podido ver sus obras de teatro siempre he sentido estar en un dialogo con un escritor que me habla desde el respeto, que me incita a que yo forme parte de lo que estoy viendo a través de mi imaginación y entiende que mi bagaje personal pondrá lo que él omite.
En este caso Mayorga es consciente de que tenemos en nuestra memoria visual muchas películas centradas en los guetos judíos, como por ejemplo El pianista de Roman Polanski, y en vez de luchar contra eso lo usa a su favor para poder hacer elipsis y omisiones que ayudan a que la narración sea más fluida.
Porque esta obra es como un rio que fluye a través de la dura historia de una Varsovia con el mayor gueto judío de todo Europa, un rio con el cual el director nos recuerda la historia de un continente incapaz de aprender de su pasado.
Tan duro es lo que cuenta, que en medio de la función sus dos actores paran la representación para que el teatro encienda sus luces, poder mirar directamente a la platea a los ojos y tras disculparse, recitar las dos siguientes hojas del guion porque interpretarlo resultaría insultar al dolor.
Un director en una búsqueda constante de un leguaje teatral propio, que lleve al espectador a un lugar de su mente que conecte con esa historia tan personal pero que al final puede ser la de cualquier familia.
El cartógrafo es un trabajo original de Mayorga, surgida de su imaginación, que nos transporta a dos épocas diferentes de la capital polaca.
Una, la época actual,  de la mano de la mujer ( Blanca) de un ayudante del embajador español en la capital de Polonia.
Dos, la época del gueto de Varsovia de la mano de una niña y un abuelo.
Las dos unidas por un puente que se desvelará al final, y que acabará de cerrar el mapa de la vida de estos dos personajes sentados frente a frente.
¿ Por qué un autor de aquí habla de una historia en otro país?
Porque habla de Europa, habla de hechos que ocurrieron hace apenas unos años y que están volviendo a repetirse y porque al final es un espejo para hablar de nosotros.
Pero sobretodo es una obra sobre las fronteras, sobre los limites que marcamos en el suelo y en la mente, sobre los mapas de nuestra vida y nuestros pasados. Los muros que separan.
La reivindicación que hace el autor de la memoria histórica y personal como único camino para no repetir errores es tan emocionante e intima, que solo podría hacerlo de la mano de Blanca Portillo.
La Portillo.
Y si he empezado diciendo lo afortunada que me siento por poder ver los trabajos de Mayorga en vivo, el poder ver a esta mujer encima de un escenario es un regalo que el teatro me hace.
Cada vez que me siento en una butaca sabiendo que voy a ver a Blanca sobre un escenario siento una emoción muy especial, de esas que recordaré toda la vida.
Porque yo amo el teatro y Blanca es TEATRO, del bueno, mágico, grande e infinito. Del que convierte a este medio en ARTE.
Su fuerza y capacidad de transformación sobre las tablas es algo tan único  que hace más grande los textos en los que se involucra.
En esta obra pone piel a tres personajes, una niña, una cartógrafa durante varios años de su vida y una mujer deambulando en la actual Varsovia en busca de un cierre.
No le hace falta más que un gorro para mudar de piel y lo fascinante es que a través de su voz y sus movimientos da una entidad clara a tres mujeres diferentes.
Y algo todavía mejor, hace mejores a los de que trabajan a su alrededor. En este caso a José Luis García-Pérez.
Debo confesar que este actor nunca fue santo de mi devoción, y durante años le mire de lejos en su trabajo recelando de esa voz ronca que no sabia como encajar en mi universo teatral.
La primera vez que baje la guardia fue cuando la propia Blanca le dirigió en La avería y aunque salí fascinada por el trabajo de Emma Suarez y Asier Etxeandia, José Luis era un actor colateral que no me molestó y que simplemente estaba ahí.
Años después volvió a dirigirle en su versión personal sobre Don Juan Tenorio, ofreciéndole el protagonista de un trabajo difícil al que él supo dar una doble cara de seductor y maltratador que hizo cambiar mi percepción sobre él.
Una obra de teatro que compartí con mi padre, el cual me reto a que viese en ese actor algo más de lo que había visto hasta ese momento.
En El cartógrafo su tête à tête con la que fue su directora es el colofón de dos interpretes en su mejor momento, que bailan durante las dos horas que dura la función en un escenario prácticamente vacío al que ellos insuflan vida.
Y luego esta su química, la electricidad que recorre entre estos dos actores es algo que yo necesito disfrutar más. Los quiero más veces juntos en diferentes personajes frente a frente y de la mano.
Ya he tenido una pequeña taza de esa química en la serie Sé quién eres, donde José Luis ha aceptado salir en solo dos escenas ( por lo menos en lo visto hasta ahora en los ocho capítulos emitidos) haciendo de amante del personaje de Blanca, y en con solo cuatro minutos ha conseguido que como espectadores veamos una nueva cara de la jueza castro.
Eso es lo que hacen dos actores con química, hacerse mejores uno al otro.
Y así es como se crean mis sueños, con obras de teatro que amplían mis limites y me emocionan desde la palabra, y dejan un halo de esperanza para el teatro que espero poder ver en el futuro.
Sueños unidos al futuro de esta mujer como actriz, como directora y/o como productora
Sueños unidos al talento de una mujer llamada Blanca Portillo.

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