martes, 4 de julio de 2017

Cine: Loreak ( de Jose María Goenaga y Jon Garaño) ____ Los secretos guardados en las flores.

Lo mejor de la película: Todos y cada uno de sus ramos de flores y los significados que encierran. Las actrices, TODAS ELLAS, perfectas en una cinta en la que son el centro de la historia. La delicadeza y belleza de una película sencilla. Que una historia hablada en euskera y rodada en Euskadi sea tan universal. Un guion de ida y vuelta, que entrelaza envíos de flores como un magistral telar para acabar componiendo un complejo mosaico de relaciones. La delicada dirección de dos directores en estado de gracia.

El momento de la película: En el velatorio de Beñat, la cámara está frente al personaje de la madre, y se acerca muy lentamente a ella. En ese movimiento, pausado y silencioso de apenas un par de minutos, el rostro de la actriz Itziar Aizpuru pasar por más de diez emociones diciendo muy pocas palabras. Una sola secuencia que encierra no solo todo el significado de la matriarca, sino toda la esencia de la película.


La frase de la película:  - “Ez dituzu zuk bidali?” Ane– “Nik? Zertarako?” Senarra
                                         - “¿No las has enviado tú?” Ane –“¿Yo?, ¿para qué?” El marido

Me prometí a mí misma, que cuando acabase el curso en el euskaltegi escribiría algo sobre Loreak. Aprobase o suspendiese, quería cerrar el intenso curso académico escribiendo sobre una de mis películas favoritas.
Así, en general. No una de mis películas favoritas vascas, o de las habladas en euskera, o de las nominadas al Goya a mejor película. No, una de mis películas favoritas, a secas.

A pesar de lo difícil que resulta aprender el idioma (reto a cualquiera a que me diga otro idioma en el que se tarden como mínimo entre siete u ocho años en dominarlo) y contrariamente a la tónica general de los estudiantes que prefieren la gramática, a mí siempre me ha gustado mucho hablar en euskera.
Echándole morro y/o cometiendo errores, pero poder escuchar o hablar en euskera siempre ha sido un placer para mí.
Por eso cerrar el curso con Loreak, esta vez sí en versión original, ha sido como ver la película de nuevo por primera vez, redescubrirla.
Loreak se estrenó en el festival de cine de Donosti de 2014, y para todos aquellos que criticaron que el festival programaba una película en euskera para cumplir la cuota de cine vasco, quedó más que demostrado que su selección iba totalmente ligada a su calidad artística.
La película de Goenaga y Garaño es una obra artesanal, como un mural pintado a varias manos, hecho desde el detalle y lo pequeño para hablar de temas universales.
Unos meses antes de ese mismo 2014, se había estrenado Ocho apellidos vascos que partiendo también de la premisa de que los vascos somos cerrados, poco sentimentales, con problemas para comunicar nuestras emociones, hacia una mezcla de todos esos elementos aderezados con humor, en el que cargaban tantos las tintas que todo era un tanto topicazo.
Loreak hacia lo contrario, su gran acierto estaba en que habiendo sido rodada en Euskadi, con actores vascos y en euskera, poniendo los pilares de la historia también en todos esos tópicos del carácter vasco, conseguía llevarla a temas universales entendibles por cualquiera.
La soledad, los problemas de comunicación, los secretos que guardamos, los sentimientos sin expresar, todo está en Loreak.
La primera busca al espectador, se lo da todo mascado hasta la garganta con cucharadas del humor más sencillo, la segunda es sobria, le cuenta una historia al espectador pero es él el que tiene que imaginar, suponer o pensar, es una propuesta arriesgada y autentica, no es solo entretenimiento, es un cine artesanal.
La primera acabó siendo un bombazo en taquilla, a la segunda no le fue mal pero su audiencia fue más limitada. Creo que el tiempo acabará desinflando a la primera y colocará a la segunda en la categoría de pequeñas joyas cinematográficas.
El 2014 el cine dió dos películas que trataban de hablar de la sociedad vasca, sin duda fue la película de Goenaga y Garaño la que la retrató de una manera más auténtica, honesta y real.
Loreak parte de un guion basado en los detalles, escrito por los dos directores mano a mano junto a Aitor Arregi, en la que se cuenta la historia de como el envío de unas flores cambia la vida de tres mujeres. Desde que Ane encuentra en la puerta de su casa un ramo sin remitente y tras confirmarle su marido que él no se las ha envidado, todas las consecuencias se desencadenan como un big bang que cambiará las vidas de las tres protagonistas.
Beñat es ese big bang, Lourdes, su mujer, Tere, su madre y Ane, la receptora de las flores, las afectadas.
La película empieza con lluvia y llena de grises, y aun sabiendo que es cierto que por estas tierras ese es el tópico, lo cierto es que en una película llena de metáforas el tiempo también lo es.
Los tres personajes femeninos empiezan la historia desde la tristeza. Dos de ellas conseguirán la redención, la tercera acabará su vida bajo la niebla de la terrible enfermedad del olvido.
Tres mujeres en tres momentos de la vida en la que se les exige que cumplan con lo establecido.
Lourdes, casada con un hombre que no es capaz de plantar cara a su madre, a la que su suegra apremia con una nueva maternidad a pesar de ser clara en su negativa, que vive en la frustración y reacciona a la tragedia sin derramar ni una sola lágrima siguiendo adelante sin parar a sentir el dolor. Tardará cinco años en comprender que nunca tendrá una respuesta, en perdonar y en llorar la perdida, tardará cinco años en regalar unas flores.
Ane recibe unas flores de un destinatario anónimo el mismo día que le informan de que ha entrado en la menopausia. Ese regalo abre en ella unos sentimientos que había olvidado, la emoción del cortejo secreto, el sentimiento juvenil de sentirse deseada. Cuando meses después dejan de llegar, todo su anhelo es encontrar al generoso desconocido.
Tardará cinco años en entender que no importa quien fuese ese hombre, que el verdadero regalo fue que esas flores volvieron a darle color a su matrimonio, a la nueva etapa de su vida y a ella como mujer. Como le dice a Ane en el último acto de la película "Ni siquiera se ya si fue él quien me las envió"
En mi imaginación, Beñat vio que Ane necesitaba un precioso y colorido ramo de flores, unas nuevas emociones e ilusiones a las que despertar. Ese fue su regalo, no un interés romántico en ella.
Y por último Tere, matriarca, raíz y tronco de la familia. Portadora y trasmisora de recuerdos, la memoria es su legado a los suyos. La tragedia la golpea con toda la dureza, trata de enmendar errores, pero no siempre las otras personas están dispuestas a aceptar los acercamientos.
Cinco años después la enfermedad se ha llevado su esencia, pero en ese preciso momento en el que no podrá llevar más flores al lugar de la perdida, y aunque nunca lo sepa, otras cogerán su testigo.
El mayor desprecio que pueden hacerle es recordar a su hijo con unas flores de plástico, porque representan los sentimientos falsos, y ella que es auténtica hasta el final, solo entiende de flores de verdad.
Con la música de Pascal Gaigne que envuelve las imágenes de manera delicada sin sacar nunca al espectador, lo poderoso de la fotografía de esta película está en lo que queda fuera de la luz, lo encorsetado de las localizaciones hablar perfectamente de la incapacidad de sus personajes de establecer relaciones de manera libre y natural.
Y para que la película sea magnífica no solo puede tener una buena labor en el guion y unos directores especialmente inspirados, se necesita que las personas que le ponen carne a las palabras también brillen.
Todos los actores de Loreak parecen tocar la misma música, todos parecen estar en el mismo tono y en la misma nota de contención, expresando a través de los ojos. Nadie desentona ni chirría porque volviendo a los tópicos de los vascos secos, los actores trabajan desde el interior, hablando con la mirada y dejando que el espectador imagine e intuya, para contar mucho más que intérpretes que no paran de hablar en hora y media.
La actuación de Nagore Aramburu la voy apreciando cuantas más veces veo la película, su Ane resulta más profunda e interesante una vez la revisionas.

Joxean Bengoetxea compone un Beñat entrañable, al que intuimos buena persona, que nada entre las aguas turbias de las tensiones de su madre y su mujer. Que sin quererlo pasará de observarlo todo subido a lo alto de una grúa a cambiar la vida de las tres mujeres de su vida.
Pero mención especial se llevan las dos Itziar de la película.
Itziar Aizpuru, la madre, la matriarca, el tronco del que nace la familia, la mujer que impone un ritmo y un espacio a los suyos, que cuando las cosas no salen como ella dice o cuando alguien hace algo que ella no diría, no le hace falta gritar, todo lo recoloca con su mirada heladora.
Su no nominación al Goya como mejor actriz de reparto en los premios del 2015, sigue siendo una de las razones por las que estos premios me parecen absurdos, sobretodo porque no solo debería haber estado en la terna de nominadas, sino que debería haberlo ganado.
Su Tere no es solo la representación perfecta del matriarcado vasco, sino que es uno de los mejores personajes femeninos escritos en euskera, que la actriz sabe bordar hasta tejer una mujer inolvidable.
Itziar ha vuelto a trabajar en la película El guardian invisible de Fernando Velásquez, y vuelve a ser parte de lo mejor de la historia. Verla es siempre un privilegio y entra en ese grupo de intérpretes en el que me basta su apellido en mayuscula para presentarla, LA AIZPURU.
La otra Itziar es Ituño, que pone la piel a la mujer de Beñat, la que es incapaz de derramar una lágrima tras la muerte de su marido, la mujer rebelde, fuerte, solitaria y con un fondo sensible que no muestra al mundo.
Ituño a la que hemos podido ver en la serie La casa de papel en antena 3 y que es probablemente una de las mejores cosas de esta (sino la mejor) se hizo famosa hace unas pocas semanas por ser el objeto de una campaña de desacreditación en ese mundo paralelo y absurdo llamado twitter. Sin entrar a valorar la estupidez de los argumentos en los comentarios de aquellos que pidieron el boicot a la serie, y especialmente a la actriz por sus opiniones políticas (que coherente insultar a una persona que esta haciendo uso de su libertad de expresión en su vida privada)  espero que esto no afecte al futuro de una mujer que no solo tiene un gran talento sino un carisma y una fotogenia extraordinaria.
Si por desgracia si le afecta, siempre podrá encontrar un lugar en la cinematografía vasca para seguir dando vida a personajes como el de Lourdes.
Loreak está ahora en mi videoteca personal, junto a Amama de Asier Altuna. Dos películas del cine vasco de los últimos años que hablan de nuestra sociedad, revisando sus raíces, preguntando quienes somos y como somos.
Que teniendo temáticas diferentes, se encuadran en una filmografía por desgracia escasa pero honesta, llena de personas con mucho talento a los que cuando se les permite y financian, dan obras como LOREAK.
Por cierto, al final sí que APROBE el curso. Pero como el euskera es así, el año que viene tengo que seguir estudiando.

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